ALGÚN DIA, CINE NACIONAL
Ernesto Guevara Flores
¿Cine nacional? ¿Industria del cine? ¿Cine peruano? La discusión es interminable pero la importancia es una sola. Cine peruano hay, pero cine nacional aun no, entre otras cosas porque no hay industria del cine.
Todo país necesita un cine porque éste es su rostro, su imagen al exterior, su identidad visual y artística. Incluso los países más pobres y colonizados intentan tener cine. En ese sentido, sí que hay cine peruano, porque se hace cine en el Perú, con todos los obstáculos imaginables y sin apoyo institucional.
Pero no hay industria del cine porque no hay apoyo, ni recursos, ni protección estatal, ni facilidades fiscales ni comerciales de ningún tipo. Cuando hay un mercado, público organizado o al menos un poco informado, escuelas de cine y un circuito apoyado por los organismos culturales, se podría hablar de una industria peruana el cine. Argentina y México tuvieron embriones de todo eso, luego inicios prometedores, y finalmente industrias. Brasil lo logró hace poco, Chile y Ecuador están a punto de lograrlo. En ese sentido, llamemos “industria del cine” a esos recursos y esas conquistas. Otros argumentan distinto, pero con todos se puede debatir y trabajar en objetivos comunes.
Pongamos, como ejemplo, una película peruana: ”Una sombra al frente” de Augusto Tamayo, un filme cálido, útil a nuestro iletrado país, necesario y urgente para el cine peruano, y fundamental para lograr algún día un cine nacional. Mal llamado film de época, es una película ambientada en el pasado peruano que reconstruye una etapa decisiva de nuestro país.
En el cine, ese pasado es siempre referencia al presente, una proyección simbólica sobre lo contemporáneo. En todos los países del mundo con cine nacional, se enseña en las universidades y escuelas de cinematografía que el cine es el espejo de una sociedad, y que el cine es un medio artístico utilizable para educar, con imágenes, sobre la historia nacional. Y el cine también sirve para, conociendo de dónde venimos y quiénes somos, saber hacia donde vamos como colectividad; por muy pobre que sea la producción de un país. Y así como los mexicanos desde los años 40, y luego los argentinos, el cine es un espacio artístico y comunicacional fundamental para el desarrollo de una identidad visual, un imaginario social, un referente en imágenes.
Ese es el valor de Túpac Amaru, Yawar Fiesta, La boca del lobo, El bien esquivo, Una sombra al frente y La teta asustada. Y yendo más atrás, es el valor de Páginas heroicas, una película peruana de 1926, sobre la Guerra con Chile, cuya exhibición fue desgraciadamente prohibida porque “su patriotismo afectaba el clima de distensión necesario para la negociación diplomática con un país hermano”; lo que causó la quiebra de su director, y productor, José Carvalho. Un hecho del pasado muy recurrente y muy sintomático del papel de nuestras instituciones de todas las épocas frente a la creación cultural y artística.
Cuando existen esos elementos, y además una sociedad se identifica con lo que ve en la pantalla grande, cuando la identidad de un país se construye progresivamente con imágenes que interrelacionan la industria con el arte y el espectáculo; cuando las políticas culturales son nacionales (en el sentido de que no sean dirigidas por antiperuanos) entonces se dice que hay un Cine Nacional. Algo que existe en muchos países, hasta en los más impensables, pero que aún no logramos en el Perú.
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